FIDEL ROIG MATÓNS
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Autorretrato. Óleo, 1931. Esta obra es representativa del primer período de la pintura del artista |
Don Martín Matóns, natural de Barcelona y tío de nuestro joven artista, se había radicado en Mendoza hacia 1885, donde permaneció, en una primera época, hasta 1906, y prosperó en la actividad vitivinícola y luego la hotelería. Ello fue motivo del traslado a estas tierras de Elvira, hermana mayor de Fidel y ahijada de su tío Martín. Estas circunstancias dieron lugar al conocimiento e interés del joven Roig por esta región del nuevo mundo. Es así que llegó a Buenos Aires en 1908, con la juvenil ilusión- no obstante los consejos de pragmáticos y escépticos- de ser pionero del arte en aquella Argentina de entonces, signada por su vertiginoso progreso material. Se integró de inmediato al quehacer artístico, dando su primer concierto en la Sociedad Wagneriana.
Al año siguiente, muy interesado por la presencia en estas tierras de Elvira, que ya había formado una familia mendocina, y su tío Enrique Roig, se trasladó a nuestra provincia.
"Mi esposa" Retrato de María Elisabet Simon de Roig. Óleo, 1931. |
Se dedicó intensamente a la música y la docencia del arte. Dirigió e integró como violinista conjuntos orquestales y de cámara, dirigió coros y enseñó. Pero más aún, su juventud, energía y capacidades, le permitieron ocuparse al mismo tiempo de otras actividades tan dispares como llevar contabilidades, la docencia de las matemáticas y la gimnasia y, por poco tiempo, el comercio y la agricultura.
En 1921 nuestro artista formó con su esposa, María Elisabet Simon, un hogar argentino. Era ella mendocina de primera generación, pero ya de lazos muy fuertes que casi confundían los destinos de su familia con los de la ciudad, por la obra de uno de los reconstructores de Mendoza después del terremoto de 1861, su abuelo paterno, Andrés Petazzi, natural de Como, Italia. Esta urdimbre de vínculos afectivos, asentados sobre una tierra expuesta al camino entre las fronteras de la historia naciente de la nueva ciudad, los suburbios donde aún se sentían los resabios de la providencia colonial y, más allá de los viñedos, el desierto lleno de incógnitas, obraron el arraigo de nuestro artista en Mendoza.
Roig Matóns prosigue intensamente su actividad docente, en el Colegio Nacional Agustín Álvarez y Liceo Nacional de Señoritas -que a la sazón eran los primeros centros formalizados de educación de los jóvenes en Mendoza-, en el Colegio Don Bosco, y en su propia casa, done instaló una academia de música y violín, dibujo y pintura.
De esos años data otra de las manifestaciones de sus tantas inquietudes, muy propia de su personalidad. Para facilitar la ejecución del violín y mejorar su sonoridad concibió y construyó un accesorio enfrentado a la mentonera y apoyado en el borde inferior del instrumento, que permitía tocar en posición más higiénica, con más libertad para el brazo izquierdo y liberar la contratapa de la caja armónica del contacto del hombro. Años después perfeccionó y patentó su invento con el nombre de "cleidóstaton", expresión técnica que alude a la ubicación anatómica del dispositivo sobre la clavícula. Nunca lo aprovechó económicamente, pero desde hace muchos años todos los violinistas del mundo utilizan alguno de los diversos modelos que se fabrican alternativos del concebido por Roig Matóns.
Desde esos mismos años el artista retoma progresivamente la plástica, a la que se va entregando con renovado interés, en las técnicas del carbón, la tinta china, el óleo y el pastel. En esa primera época, paralelamente a la pintura de atelier, donde aborda principalmente el retrato y el desnudo, lo atrae lo inmediato telúrico. Recorre la ciudad, sus alrededores, las serranías cercanas. Le interesa el hombre y su ambiente, en sus expresiones típicas mendocinas. Es la pintura de la apacible realidad provinciana.
Asimismo, por esa época sus pasiones por la música y la pintura se reunieron en la realización de una serie de retratos de músicos célebres, al carbón, y de ilustraciones didácticas de violín, a la tinta china. Tales obras tenían por objeto ambientar con sentido motivador la academia que el artista abrió para los mendocinos. Hoy se encuentran en exhibición permanente en la Escuela de Música de la Universidad Nacional de Cuyo, a la que han sido donados por los hijos del artista.
Puesto de Aguilera. El Manzano. Paso del Portillo. |
Pero por un buen tiempo, sólo sus
allegados conocían las habilidades e inquietudes pictóricas de Roig Matóns, no
revelada en América. Fue recién en una muestra colectiva de 1930, cuando
Mendoza supo que contaba entre sus habitantes con este pintor realista de tan
sólido oficio de academia.
El gobierno de facto surgido del
golpe de estado de 1930 lo excluye de sus cátedras de los colegios nacionales.
Se alzaron voces que le ofrecieron hacer enmendar el atropello. No obstante,
Roig Matóns agradeció pero declinó la intercesión que le ofrecían. Es que en su
cabeza ya bullían planes de grandes proporciones, que absorberían todo su
tiempo y energía.
Por una parte, a partir de
entonces se suma nuestro artista vigorosamente al quehacer pictórico de
Mendoza. Participa de la fundación de Bellas Artes y exhibe sus obras en
nuestras individuales en Mendoza, las capitales cuyanas y Buenos Aires.
Y, por otra parte, desde esa
época trasciende de su ámbito temático y, al mismo tiempo, se manifiesta con
total nitidez su personal sentido del arte, en el que los intereses estéticos
comparten en la obra su espacio con otros valores que inquietan y conmueven al
artista. En este nuevo orden, Roig Matóns es atraído y se entrega durante
varios años a un mundo en extinción en los llanos de Guanacache: los “últimos
vestigios huarpes”. En aquel tiempo (1931 – 1936), subsistían las Lagunas de
Guanacache o Lagunas del Rosario y eran centro de la vida que de ellas
dependían. El artista participó de la existencia humilde y virtuosa de aquella
gente y captó su humanidad, sus costumbres y su paisaje. Fue para Roig Matóns
una aportación a su pueblo adoptivo de Mendoza, cumpliendo con el rescate de la
primera y legendaria estirpe de Cuyo.
Puente de Picheuta. Paso de
Uspallata.
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Por último, Fidel Roig Matóns
concibió la que sería su obra más extensa y difícil, la pintura de historia, de
evocación de la gesta sanmartiniana.
Vivamente interesado por el
pasado de su tierra adoptiva y convencido de la necesidad de que la comunidad
recuerde y valore las conductas ejemplares de su propia historia, había
encontrado en José de San Martín un paradigma de voluntad y grandeza moral que
debía servir a los argentinos de inspiración permanente. Por otra parte, desde
su primer encuentro con la cordillera de los Andes, había quedado subyugado por
su grandiosa belleza y, tal como cabía a su temperamento, aquella impresión
pronto se convirtió en desafío para su paleta.
De la conjunción de esos dos
sentimientos e ideales nació en Roig Matóns su idea de realizar una obra
pictórica de gran envergadura y carácter orgánico, dedicada a la exaltación de
la figura del Libertador, expresada a través del escenario de la gesta de los
Andes. Entonces, seguro de poder llevarla a cabo, lo asumió como un objetivo irrenunciable
de su vida. Fue así que en 1936, siempre con el apoyo infatigable y animoso de
su inteligente esposa, inició su máximo emprendimiento artístico. Los
resultados fueron afirmándolo en su decisión.
Real de las Leñas Amarillas.
Valle Argentino. Paso del Portillo.
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Para cumplirlo, realizó
muchísimas expediciones pictóricas a la montaña, para vivir en ella y producir
allí mismo su obra. Fue acompañado casi siempre por uno o más de sus hijos y
alguna vez todos ellos. En algunos emplazamientos accesibles, aunque de extrema
precariedad, su esposa también lo acompañó por largas temporadas. Eran campañas
de treinta, cuarenta o sesenta días, la mayoría en verano, algunas en invierno.
Siguiendo primero rutas transitadas, pero después, por los abruptos y desolados
senderos que solo recorren las mulas. En algunas pocas oportunidades,
compartiendo la vivienda, fuerte y rudimentaria, de los escasísimos habitantes de la montaña.
Pero fuera de tales lujos, muy contados, recorrió las rutas andinas de su
paisaje épico haciendo vivac, a veces en algún refugio y en la gran mayoría de
los casos, en tienda de campaña.
Eran expediciones complejas,
duras, costosas. A los integrantes y elementos propios de tales
emprendimientos, como arrieros y baquianos, mulares, sillas y albardas,
forraje, víveres, ropa adecuada, etc., en este caso inédito se agregaban los
requerimientos del artista: tablas, colores, caballetes y demás instrumentos,
lo que para todos los casos tenía soluciones especiales debidas a la inventiva
y, muchas veces, la realización habilísima del propio pintor, en lo que, en
alguna medida, se revelaba la presencia de las artes del muy exigente taller de
su padre, junto al cual había nacido.
El Peñón de la cumbre del
Espinacito. Paso de los Patos.
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Pintó así las tres rutas andinas
de San Martín. Sus expediciones pictóricas al Paso de Uspallata tuvieron lugar
de 1936 a 1939 y luego en 1947 y 1948, al Paso del Portillo, de 1940 a 1943 y
al Paso de los Patos, de 1947 a 1950. A ello debe sumarse meses y años de preparación
y trabajo posterior.
A la par de su intensa
consagración a la pintura sanmartiniana, Roig Matóns se dio tiempo –como era
propio de su temperamento y energía- para otros emprendimientos. Así, prestó su
asombroso oficio en el dibujo y el color a la ciencia médica, en tiempos en que
la fotografía cromática era muy defectuosa. En efecto, hacia 1940, y a petición
del Dr. Salvador Mazza, con quien fue vinculado por el médico mendocino Dr.
Germinal Basso, nuestro artista plasmó en una serie de óleos, los estadios
visibles de la enfermedad de Chagas-Mazza, que el célebre investigador utilizó
en las ilustraciones de sus trabajos científicos. Un conjunto de reproducciones
de esos cuadros se conservan y exhiben
en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo.
Armando el vivac. Paso del
Portillo.
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Polvaredas. Paso de Uspallata.
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En 1944, se da otro más de los
tantos hechos que revelan la extraordinaria disposición de Roig Matóns frente a
la vida. Ese año, acompañado de dos de sus hijos, presta servicio como
enfermero voluntario en la atención de las víctimas del terremoto de San Juan,
acaecido el 15 de enero, acudiendo al día siguiente al lugar del sismo.
Hacia finales de ese tiempo, Roig
Matóns descubrió, a partir incluso de documentos originales, lo que sintió como
un signo premonitorio de su emprendimiento sanmartiniano, que merece
recordarse. La familia siempre habitó su espaciosa casa en la ciudad de
Mendoza, de calle José Federico Moreno, en la misma manzana que había
pertenecido en su totalidad a la Orden de Santo Domingo, hasta el siglo XIX.
Laguna glaciaria en Cordillera
del Espinacito. Paso de los Patos.
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La casa de la familia había sido
construida por Don Andrés Petazzi, hacia 1880, sobre aquella calle –entonces
llamada Bolivia-, en un Solar que recibió del Convento de Santo Domingo en pago
por la obra del nuevo templo de la congregación, en sustitución del destruido
por el terremoto de 1861. La nueva iglesia se concluyó en 1869 y subsistió
hasta 1949.
Como si fuera una extraña señal de
la evocación sanmartiniana que emprendería años después Roig Matóns, los
claustros del convento que en el mismo sitio había destruido el terremoto de
1861 habían sido la primera residencia del Regimiento de Granaderos a Caballo
en Mendoza, en 1814.
Con Roig Matóns, esa misma casa
se convirtió, a más de atelier, en centro de preparación y punto de partida de
las expediciones pictóricas del artista y, al mismo tiempo y de hecho, desde
los años cuarenta, en pinacoteca sanmartiniana, visitada asiduamente.
En todos esos años de producción,
Roig Matóns recibió el estímulo creciente del reconocimiento público y el de
muchos amigos, algunos de los cuales también lo ayudaron en sus indagaciones y
valoraciones históricas, de los que cabe recordar, entre otros, a don Ricardo
Rojas, insigne estudioso de la historia y la personalidad del Libertador. En
este mismo sentido, en los últimos años de sus campañas pictóricas tuvo el
auxilio de la entonces Comisión Nacional de Cultura y luego amplio apoyo del
gobierno nacional.
Pampa Negra. Paso de los Patos.
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De esa pintura de montaña surgió
el “paisaje épico”, del que nos hemos ocupado anteriormente en un capítulo
especial y que el artista fue entregando en innumerables exhibiciones.
Fidel Roig Matóns es un pintor
realista academista. Es decir, que su punto de partida es siempre la realidad,
pero que el artista no copia ni reproduce, sino que recrea, valorizando sus
infinitas manifestaciones. Sintetiza y desarrolla, traduce significados que el
propio artista protagoniza, para expresarse por último gracias a un difícil
lenguaje que domina.
Siempre ha asombrado a los
críticos la luz, la transparencia, la riqueza cromática de su pintura. Nos dice
Marta Gómez de Rodríguez Brito, investigadora del arte en Mendoza:
“La espátula se le hizo necesaria para conseguir solidez y densidad en
la materia colorante, pero su rapidez de toque y su dominio del oficio lo
llevaron a finezas, a capas traslúcidas de ligeros efectos. L a fuerza del
hombre, capaz de sufrir los rudos embates de la naturaleza, se hace presente en
cada golpe de espátula del artista, que llega a una síntesis plástica donde una
piedra tiene sentido de grandeza y perennidad y el aire una energía palpable.
Es un realista academista que hace del dibujo, con habilidad sorprendente, una
ciencia con toda su precisión y es la materia cromática la que se divierte en
los más delicados logros, con todas las gamas y entre ellos, revoloteando,
reflejos, transparencias, ‘mágica pulverización del aire’. Fidel Roig Matóns es
fundamentalmente pintor de altas cumbres: son pocos los pintores que han subido
hasta allí y se ha identificado con esa mole majestuosa, inhospitalaria.
Hay una evolución que se patentiza en el logro cada vez más acentuado
de una pintura espontánea frente al motivo, libre de ligazones, de dibujo
amplio cada vez más seguro, con una soltura de mano que pareciera se prolonga
hasta la montaña misma. La soledad de la cumbre se hace pintura y la pintura
poesía.
Este paisaje teñido de la historia de América sirvió al artista, profundamente
documentado, para imaginar con el Ande por delante los granaderos en marcha,
los baqueanos, los arrieros, los animales de paso lento hacia la gloria y
delante la figura esculpida en roca viva del héroe.”
Las Leñas. Paso del Portillo.
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Fidel Roig Matóns trabajó
asimismo concienzudamente en la reconstrucción pictórica de la figura del
Libertador, protagonista primero del paisaje épico. Ello ha sido explicado en
la nota a la obra n° 71. Esta labor de reconstrucción iconográfica ha sido
objeto de caluroso reconocimiento. Así, al recibir el Instituto Sanmartiniano
un retrato del General San Martín original de Roig Matóns, adquirido en 1941,
expresó Ricardo Levene, miembro de la institución:
“Su retrato del Gral. San Martín tiene carácter. Los rasgos de su
fisonomía son de una sugestión impresionante, por su energía y poder evocador.
Es San Martín en la plenitud de su fuerza y gloria, el que concibe y realiza el
plan emancipador de las tres repúblicas de este Continente. A la sensación de
verdad histórica que inspira este documento, se debe agregar su valor artístico
por la dignidad y jerarquía del retrato.”
Cordillera del Espinacito. Paso
de los Patos.
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Esta misma reconstrucción se
concreta en el San Martín que aparece en las obras de composición y en
numerosos retratos, como el que cuenta la Pinacoteca Sanmartiniana o la obra de
gran tamaño “Dos Cumbres”, existente en el Senado de la Nación. Está asimismo
en “Grandeza y Modestia”, el retrato del Libertador más popular de las últimas
décadas, apreciado por su originalidad y simbolismo, en el que el Gran Capitán
luce, sobre la casaca, el poncho criollo con el que solía reconocer posiciones
enemigas en la campaña de Chile.
Roig Matóns dejó su obra
inconclusa en 1952. En ese año estaba llevando al lienzo definitivo su obra
“San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el
Espinacito”, cuando creyó necesitar más luz natural que le brindaba por su
atelier, para poder reproducir la transparencia de las cumbres. Se trasladó
entonces para pintar a cielo abierto, a
un sitio de la familia, agreste, libre de sombras y solo circundado de jarillas
y quiscos. Pero pronto supo que la dificultad estaba en realidad en sus ojos,
afectados de una lesión irreversible ocasionada por el trabajo desprotegido en
las alturas. Suspendió la tarea, pero aún se esforzó en llevar a la tabla
algunos paisajes de Uspallata, en los que dominan las potentes masas de color
que sus ojos y su instinto no dejaban de revelarle.
El pintor ablanda en el fuego los
óleos endurecidos por el frío. Paso de los Patos. Fotograma de filmación de la
última expedición a la montaña, Enero de 1950.
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Visión desde la frontera. Paso de
los Patos. Fotograma de filmación de la última expedición a la montaña, Enero
de 1950.
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Las Amolanas. Paso de los Patos.
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Allí concluyó su tiempo
productivo de pintor. Se refugió entonces en la intimidad de la música y las
artesanías ebanísticas, que manejaba con maestría, pero todo ello con las
grandes dificultades de su vista, que se agravaba. Pero no fue todo intimidad.
También se prodigó en inquietudes comprometidas con la cultura general. Se
destaca en tal sentido su conducción práctica de los Juegos Florales de la
Lengua Catalana de 1958, año centenario de la restauración de estas justas de
poesía, prosa y pensamiento, nacidas en el siglo XIV y que en esa significativa
ocasión tuvieron lugar en Mendoza. Roig Matóns fue Secretario del Consistorio
de tal certamen internacional y, con el auxilio de quienes le leían y
escribían, lo condujo exitosamente a lo largo del año de su realización.
Al año siguiente, Fidel Roig
Matóns hizo público un viejo propósito suyo, sostenido siempre con sacrificio y
el aliento generoso de su esposa, al ofrecer su obra en donación para que
sirviera como conjunto a la cultura popular, desde un museo que la alberga en
la ciudad de Mendoza. A su fallecimiento, en 1977, no se había concretado.
Recién a través de donaciones ofrecidas por los hijos del artista, Arturo,
Fidel, Mario, Virgilio y Enrique, en 1987 y 1991 y aceptadas por la
municipalidad de Mendoza, se ha logrado ese objetivo, constituyéndose esta
“Pinacoteca Sanmartiniana Fidel Roig Matóns”, que se ha instalado desde 1997 en
el palacio del H. Concejo Deliberante de la Municipalidad.
Loma Blanda. Valle Argentino.
Paso del Portillo.
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Cuesta de los Afligidos. Paso del
Portillo.
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Confluencia de los ríos Palomares y Tunuyán. Valle del Tunuyán. Paso del Portillo. |
PINACOTECA
SANMARTINIANA
Paso de los Patos
Ubicado al sur de la provincia de
San Juan, el paso de los Patos era el más largo, abrupto y elevado de los
elegidos. De Mendoza al valle de Putaendo, que era su destino inmediato en
Chile, 545 kilómetros de marcha esperaban al Ejército de los Andes. Por este
paso cruzó la mayor parte de la fuerza patriota, que se componía de la División de Vanguardia, a
cargo del General Miguel Estanislao Soler, asimismo Jefe de Estado Mayor, y la
División de la Reserva, al mando del Brigadier Bernardo O’Higgins, a la
distancia de una jornada.
San Martín se unió a esa
expedición. El pasaje de las cumbres tuvo lugar por el paso de Las Llaretas.
Ocultar el avance del mayor
contingente fue la razón estratégica de la elección de este paso, el más
difícil y desolado.
Ya en el siglo XIX, se dio en
llamar Paso de San Martín a esta que
fue la ruta mayor del Ejército de los Andes y su jefe.
Cumbre del Espinacito. Paso de los Patos. Estudio para cuadro de composición. Número de catálogo 20. |
Oros de atardecer.
Cordillera del Tigre desde Manantiales. Paso de los Patos. Número de catálogo 2.
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1- Transparencia maravillosa. Las Amolanas, fin de la Pampa Negra.
Óleo sobre tela en hardboard, 105 x 78 cm.
2- Oros de atardecer. Cordillera
del Tigre desde Manantiales. Óleo sobre tela en hardboard, 105 x 78 cm.
Fragua solar. Cordillera del
Tigre desde Manantiales. Paso de los Patos. Número de catálogo 3.
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3- Fragura solar. Cordillera del Tigre desde Manantiales. Óleo sobre
tela en hardboard, 106 x 78 cm.
En esta vega de Manantiales
acamparon las divisiones patriotas. Allí San Martín recibió la última carta de
Pueyrredón, Director Supremo de las
Provincias Unidas, que reiteraba el pleno apoyo del gobierno de Buenos Aires.
En este mismo lugar también
recibió San Martín la noticia del combate librado con una avanzada realista en
Picheuta, Uspallata. El hecho significaba que las fuerzas españolas tomarían
conocimiento del avance por ese paso. Ello motivó que San Martín dispusiera el
inmediato reinicio de la marcha, cambios en el preciso cronograma de operación
y el envío de una fuerza especial para ocupar preventivamente posiciones
privilegiadas próximas al llano.
Soledad cósmica. El
Espinacito. Paso de los Patos. Número de catálogo 4.
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4- Soledad cósmica. Cordón del Espiancito. Óleo sobre tela en
hardboard, 106 x 78 cm.
Penitentes del Alma Negra.
Espinacito. Paso de los Patos. Número de catálogo 5.
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5- Penitentes del Alma Negra. Óleo sobre tela en hardboard, 105 x 78
cm.
Del cerro Alma Negra desciende un
glaciar que monta sobre el mismo Espinacito, a corta distancia del sendero de
tránsito. En el lenguaje criollo andino se llama penitentes a las formaciones
rocosas o glaciarias que se yerguen en multitud, semejando la procesión de los
creyentes que marchaban con la túnica de los que cumplían penitencia.
Nubes del Aconcagua, desde el
Paso de los Patos. Número de catálogo 7.
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El Espinacito, el Alma Negra y el
Mercedario. Paso de los Patos.
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Estudio de ambiente para el
cuadro inconcluso La Bandera de los Andes llega al Espinacito. Número de catálogo
6.
6- El Espinacito, el Alma Negra y el Mercedario. Óleo díptico, sobre
tela en hardboard, 123 x56 cm.
7- Nubes del Aconcagua. Óleo sobre hardboard, 105 x 78 cm.
Visión de la gran cumbre desde la
región superior del Valle Hermoso. A la izquierda y en plano más próximo, el
cerro Bonete, del cordón de Penitentes.
Remanso del Teatinos.
Paso de los Patos. Número de catálogo 8.
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8- Remanso del Teatinos. Al fondo, el cordón de las Llaretas. Óleo
sobre tela en hardboard, 106 x 78 cm.
El río Teatinos conduce al paso
del mismo nombre, al sur de la amplia región de los Patos. Hacia el norte, se
sitúan los pasos de las Llaretas y Quebrada Fría y hacia el sur, el paso de
Valle Hermoso.
Portezuelo de la Quebrada Fría.
Paso de los Patos. Número de catálogo 9.
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9- Portezuelo de la Quebrada Fría. Óleo sobre tela en hardboard, 106 x
78 cm.
Boceto de ambiente y composición
para el cuadro inconcluso La Bandera de los Andes llega al Espinacito.
Número de catálogo 11.
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11- Estudio de ambiente y
composición para el cuadro inconcluso La
Bandera de los Andes llega al Espinacito.
Lápiz y sanguina sobre papel en hardboard, 122 x 56 cm.
13- Estudio previo de paisaje y
composición para el cuadro San Martín y
su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Óleo
díptico sobre tela en hardboard, 122 x 56 cm.
Estudio para el cuadro San
Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito.
Número de catálogo 14.
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14- Estudio para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el
paso de las tropas por el Espinacito. Óleo sobre terciada, 55 x 42 cm.
Óleo díptico previo para el
cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el
Espinacito. Paso de los Patos. Número de catálogo 13.
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El Aconcagua desde el Espinacito.Paso
de los Patos. Número de catálogo 21.
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Estudio de ambiente y composición
para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el
Espinacito. Número de catálogo 22.
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21- El Aconcagua desde el Espinacito. Estudio para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el
paso de las tropas por el Espinacito. Óleo sobre terciada, 39 x 29 cm.
22- Estudio de ambiente y
composición para el cuadro inconcluso San
Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito.
Lápiz y sanguina sobre papel en hardboard, 122 x 56 cm.
El Espinacito es un extenso y
continuado cordón que debe ascenderse hasta sus 4.400 metros sobre el nivel el
mar –la mayor altura del paso- por el punto llamado Peñón del Espinacito. En la dilatada planicie del lomo, siempre
castigado por el viento, se levanta una solitaria prominencia rocosa, como hito
del camino. El sitio es lugar obligado para acomodar cabalgaduras y cargas,
pues ha de iniciarse de inmediato un brusco descenso, luego de haber superado
una trabajosa ascensión. En el último plano y sobre el horizonte, el Aconcagua
–centinela de piedra- integra la
escena hacia el sur, empequeñecido por la altura y la distancia. En el ángulo
inferior derecho, una mula carguera, afectada por el mal de altura –la puna-, luego del duro ascenso debe
esperar recobrar fuerzas para incorporarse.
Paso de Uspallata
Apunte para cuadro de composición. Número de catálogo 46.
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Al sur del paso de los Patos,
distante entre 60 y 120 kilómetro, se extiende el paso de Uspallata, siguiendo
en su mayor extensión el gran cauce del río Mendoza y abrazando por el sur al
Aconcagua, en tanto por el norte hace lo propio la ruta de Los Patos. Por
Uspallata marchó la división al mando de Juan Gregorio Las Heras, seguido a dos
jornadas por el parque del ejército, la artillería desmontada y la brigada de
maestranza, a cuyo frente se encontraba Fray Luis Beltrán, que revistó como
capitán. El desplazamiento de estas grandes cargas era imposible por los Patos,
por la extensión de esa ruta y, sobre todo, el vado de grandes corrientes, como
la del río de Los Patos. Un correo transversal partía diariamente de cada lado,
comunicando las fuerzas de ambos pasos.
El 18 de enero partió la columna
de Las Hera, el 8 de febrero alcanzó el valle de Aconcagua y en el mismo día se
reunieron en ese lugar ambas expediciones. El día 12 del mismo mes, la victoria
de Chacabuco inauguraba la definitiva emancipación de Chile, tres días antes de
los calculado por el conductor de la campaña.
El paso de Uspallata fue también
el camino del General San Martín en sus repetidas travesías posteriores de los
Andes, en 1817, 1818 y1819.
Panorama del Valle de Uspallata.
Número de catálogo 33.
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33- Panorama del Valle de Uspallata. Óleo sobre terciada, 100 x 75 cm.
Uspallata es un ancho valle y un
antiguo asentamiento humano emplazado a los 1900 metros sobre el nivel del mar,
dedicado a la minería de la plata en tiempos de la colonia. Las frescas
arboledas que riega el arroyo Uspallata brindan un sitio adecuado para que
reponga energías el viandante de la árida travesía.
A este lugar acudió San Martín a
recibir a los refugiados chilenos vencidos en Rancagua, encabezados por
O’Higgins, en octubre de 1814, y en el mismo paraje hizo campamento la división
de Gregorio Las Heras en 1817.
Puente histórico. Puente
de Picheuta. Número de catálogo 34.
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34- Puente histórico. Puente de Picheuta. Óleo sobre terciada, 100 x 77
cm.
El 24 de enero, la vanguardia
patriota apostada en Picheuta fue sorprendida por una avanzada realista de
reconocimiento enviada por el General Marcó del Pont. La mayoría de los
criollos fueron muertos o hechos prisioneros, pero unos pocos fugaron, llevando
la noticia al campamento de Uspallata. Las Heras envió fuerzas en persecución
de los realistas, al mando del Sargento Mayor Enrique Martínez, que alcanzaron
a los incursores el día 25 en Los Potrerillos, región de Punta de Vacas,
trabándose un combate del que en definitiva algunos españoles escaparon
repasando la cordillera. Este hecho menor motivó el ajuste del cronograma de
acción por parte de San Martín.
Confluencia de los ríos Tupungato
y Vacas y nacimiento del Mendoza. Paso de Uspallata. Número de catálogo
35.
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35- Confluencia de los ríos Tupungato y Vacas y nacimiento del Mendoza.
Óleo sobre terciada, 100 x 75 cm.
El Cristo Redentor.
Número de catálogo 36.
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36- El Cristo Redentor. Óleo sobre tela en bastidor, 96 x 85 cm.
Por el Paso de la Iglesia
trasmontó la cumbre la división de Las Heras. El cuadro exhibe el punto más
alto del Paso del Bermejo, de 3.870 metros sobre el nivel del mar, situado muy
próximo al sur del Paso de la Iglesia. Poco menos de un siglo después, en 1904,
se erigió en la plena cima de la misma ruta el colosal monumento del Cristo
Redentor, como advocación por la paz y en reafirmación del tratado
argentino-chileno celebrado en 1902. La placa puesta al pie del monumento lo
expresa con singular elocuencia, en palabras tomadas del discurso inaugural de
la obra, pronunciado por el obispo chileno Ramón Ángel Jara: Se desplomarán primero estas montañas antes
que argentinos y chilenos rompan la paz jurada al pie del Cristo Redentor.
Desde luego, este símbolo es
ajeno al tiempo de la campaña de los Andes, pero el artista lo valoriza como
expresión del ideal sanmartiniano de fraternidad continental, integrado al
paisaje.
Paso del Portillo
Apunte para cuadro de
composición. Número de catálogo 24.
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Situado en territorio del actual
Departamento de Tunuyán, ochenta kilómetros al sur de Mendoza, el paso del
Portillo enfrenta directamente con la capital chilena. En el crudo invierno de
1816, un destacamento de granaderos al mando del Tte. Primero Juan O’Brien
vigiló el paso desde Los Chacayes, para interceptar las comunicaciones
enemigas. Trece soldados sucumbieron por el frío en esa misión.
El paso del Portillo fue elegido
también como ruta de una de las expediciones auxiliares estratégicas de la
campaña de los Andes. En septiembre del mismo año de 1816 se apostó el capitán
de caballería José León Lemos al frente de la guarnición del Fuerte de San
Carlos –en su mayoría puntanos-, también en el valle de los Chacayes, camino
del Portillo. Debía vigilar el paso y oportunamente avanzar hacia el Cajón del
Maipo. El día 7 de febrero siguiente alcanzó la falda occidental del Cordón de
los Piuquenes, poniendo en fuga ese mismo día la guardia realista del pueblo de
San Gabriel, distante 16 leguas de Santiago.
El paso del Portillo fue además
escenario del último cruce de los Andes por San Martín, en 1823, de vuelta a su
terruño adoptivo de Mendoza.
Ambiente de amanecer en la
entrada al Paso del Portillo. Número de catálogo 50.
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50- Ambiente de amanecer en la entrada al Paso del Portillo. Óleo sobre
terciada, 344 x 80 cm.
El propio autor realizó esta
transcripción gráfica del cuadro, donde se detalla la nomenclatura del amplio
teatro. La toponimia de la región revela el rastro de la historia, en el Paso
de los Puntanos (extrema derecha), que alude a la guarnición de San Carlos, que
utilizó esta ruta. Los Chacayes (izquierda) fue sitio de acantonamiento de los
efectivos de O’Brien y Lemos.
Apunte para cuadro de
composición. Número de catálogo 28.
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En el año 2011 se hizo una exposición en el museo Conte Grand en la provincia de San Juan, Argentina, de estos cuadros. A continuación se muestra un vídeo referido a Fidel Roig Matóns y sus obras producida por "PROYECTO CELULOIDE".
FUENTE: ROIG,
Enrique (2011), Pinacoteca Sanmartiniana
Fidel Roig Matóns. Mendoza, Ed. Municipal, 2014
NOTA: El libro fue escrito por
Enrique F. Roig, pero a la vez, mi abuelo Mario Roig (Abi) seleccionó las fotos
que irían a agregarse. Cuando falleció, ya quedaron seleccionadas, y entonces
mi tío Enrique las agregó después. Este libro fue producido por los dos, en realidad. De ahí a que la editen y la publiquen, es otra cosa.