martes, 8 de julio de 2014

FIDEL ROIG MATÓNS



Autorretrato. Óleo, 1931. Esta obra es representativa del primer período de la pintura del artista

                 Fidel Roig Matóns, el artista autor de las obras que constituyen la Pinacoteca Sanmartiniana de la Municipalidad de Mendoza, nació en la ciudad catalana de Gerona, en 1885, segundo hijo de la muy extensa familia de Artur Roig, ebanista,  y de Rosa Matóns. Tan solo de seis años se inició en la música, cantando en el coro del a catedral de Gerona. Con ocho años comenzó sus estudios de dibujo y pintura, también en su ciudad natal. A los quince, era un aventajado violinista, en camino rigurosamente disciplinado del virtuosismo y que al mismo tiempo integraba conjuntos de música popular, ligera y litúrgica, con lo que tenía sus propios ingresos y ayudaba a su hogar. Fue primer violín de la orquesta "L'Art Gironí", del Teatro Municipal de Gerona y concluyó sus estudios musicales en la Academia Kribbon de Barcelona, la misma donde se gestó el cuarteto que integró Pablo Casals. Inició su formación plástica con los maestros catalanes Lluis Perich y Prudenci Bertrana y se perfeccionó en la Academia de Bellas Artes de Barcelona, con Lluis Graner. Y su condición de artista tan dedicado no fue obstáculo para colaborar en la administración del taller de su padre, para lo que estudió contabilidad.
                  Don Martín Matóns, natural de Barcelona y tío de nuestro joven artista, se había radicado en Mendoza hacia 1885, donde permaneció, en una primera época, hasta 1906, y prosperó en la actividad vitivinícola y luego la hotelería. Ello fue motivo del traslado a estas tierras  de Elvira, hermana mayor de Fidel y ahijada de su tío Martín. Estas circunstancias dieron lugar al conocimiento e interés del joven Roig por esta región del nuevo mundo. Es así que llegó a Buenos Aires en 1908, con la juvenil ilusión- no obstante los consejos de pragmáticos y escépticos- de ser pionero del arte en aquella Argentina de entonces, signada por su vertiginoso progreso material. Se integró de inmediato al quehacer artístico, dando su primer concierto en la Sociedad Wagneriana.
                  Al año siguiente, muy interesado por la presencia en estas tierras de Elvira, que ya había formado una familia mendocina, y su tío Enrique Roig, se trasladó a nuestra provincia.

"Mi esposa" Retrato de María Elisabet Simon de Roig. Óleo, 1931.
                 
                    Se dedicó intensamente a la música y la docencia del arte. Dirigió e integró como violinista conjuntos orquestales y de cámara, dirigió coros y enseñó. Pero más aún, su juventud, energía y capacidades, le permitieron ocuparse al mismo tiempo de otras actividades tan dispares como llevar contabilidades, la docencia de las matemáticas y la gimnasia y, por poco tiempo, el comercio y la agricultura.
                   En 1921 nuestro artista formó con su esposa, María Elisabet Simon, un hogar argentino. Era ella mendocina de primera generación, pero ya de lazos muy fuertes que casi confundían los destinos de su familia con los de la ciudad, por la obra de uno de los reconstructores de Mendoza después del terremoto de 1861, su abuelo paterno, Andrés Petazzi, natural de Como, Italia. Esta urdimbre de vínculos afectivos, asentados sobre una tierra expuesta al camino entre las fronteras de la historia naciente de la nueva ciudad, los suburbios donde aún se sentían los resabios de la providencia colonial y, más allá de los viñedos, el desierto lleno de incógnitas, obraron el arraigo de nuestro artista en Mendoza.
                  Roig Matóns prosigue intensamente su actividad docente, en el Colegio Nacional Agustín Álvarez y Liceo Nacional de Señoritas -que a la sazón eran los primeros centros formalizados de educación de los jóvenes en Mendoza-, en el Colegio Don Bosco, y en su propia casa, done instaló una academia de música y violín, dibujo y pintura.
                  De esos años data otra de las manifestaciones de sus tantas inquietudes, muy propia de su personalidad. Para facilitar la ejecución del violín y mejorar su sonoridad concibió y construyó un accesorio enfrentado a la mentonera y apoyado en el borde inferior del instrumento, que permitía tocar en posición más higiénica, con más libertad para el brazo izquierdo y liberar la contratapa de la caja armónica del contacto del hombro. Años después perfeccionó y patentó su invento con el nombre de "cleidóstaton", expresión técnica que alude a la ubicación anatómica del dispositivo sobre la clavícula. Nunca lo aprovechó económicamente, pero desde hace muchos años todos los violinistas del mundo utilizan alguno de los diversos modelos que se fabrican alternativos del concebido por Roig Matóns.
                  Desde esos mismos años el artista retoma progresivamente la plástica, a la que se va entregando con renovado interés, en las técnicas del carbón, la tinta china, el óleo y el pastel. En esa primera época, paralelamente a la pintura de atelier, donde aborda principalmente el retrato y el desnudo, lo atrae lo inmediato telúrico. Recorre la ciudad, sus alrededores, las serranías cercanas. Le interesa el hombre y su ambiente, en sus expresiones típicas mendocinas. Es la pintura de la apacible realidad provinciana.
                  Asimismo, por esa época sus pasiones por la música y la pintura se reunieron en la realización de una serie de retratos de músicos célebres, al carbón, y de ilustraciones didácticas de violín, a la tinta china. Tales obras tenían por objeto ambientar con sentido motivador la academia que el artista abrió para los mendocinos. Hoy se encuentran en exhibición permanente en la Escuela de Música de la Universidad Nacional de Cuyo, a la que han sido donados por los hijos del artista.

Puesto de Aguilera. El Manzano. Paso del Portillo.
Pero por un buen tiempo, sólo sus allegados conocían las habilidades e inquietudes pictóricas de Roig Matóns, no revelada en América. Fue recién en una muestra colectiva de 1930, cuando Mendoza supo que contaba entre sus habitantes con este pintor realista de tan sólido oficio de academia.
El gobierno de facto surgido del golpe de estado de 1930 lo excluye de sus cátedras de los colegios nacionales. Se alzaron voces que le ofrecieron hacer enmendar el atropello. No obstante, Roig Matóns agradeció pero declinó la intercesión que le ofrecían. Es que en su cabeza ya bullían planes de grandes proporciones, que absorberían todo su tiempo y energía.
Por una parte, a partir de entonces se suma nuestro artista vigorosamente al quehacer pictórico de Mendoza. Participa de la fundación de Bellas Artes y exhibe sus obras en nuestras individuales en Mendoza, las capitales cuyanas y Buenos Aires.

Y, por otra parte, desde esa época trasciende de su ámbito temático y, al mismo tiempo, se manifiesta con total nitidez su personal sentido del arte, en el que los intereses estéticos comparten en la obra su espacio con otros valores que inquietan y conmueven al artista. En este nuevo orden, Roig Matóns es atraído y se entrega durante varios años a un mundo en extinción en los llanos de Guanacache: los “últimos vestigios huarpes”. En aquel tiempo (1931 – 1936), subsistían las Lagunas de Guanacache o Lagunas del Rosario y eran centro de la vida que de ellas dependían. El artista participó de la existencia humilde y virtuosa de aquella gente y captó su humanidad, sus costumbres y su paisaje. Fue para Roig Matóns una aportación a su pueblo adoptivo de Mendoza, cumpliendo con el rescate de la primera y legendaria estirpe de Cuyo.
Puente de Picheuta. Paso de Uspallata.
  
Por último, Fidel Roig Matóns concibió la que sería su obra más extensa y difícil, la pintura de historia, de evocación de la gesta sanmartiniana.
Vivamente interesado por el pasado de su tierra adoptiva y convencido de la necesidad de que la comunidad recuerde y valore las conductas ejemplares de su propia historia, había encontrado en José de San Martín un paradigma de voluntad y grandeza moral que debía servir a los argentinos de inspiración permanente. Por otra parte, desde su primer encuentro con la cordillera de los Andes, había quedado subyugado por su grandiosa belleza y, tal como cabía a su temperamento, aquella impresión pronto se convirtió en desafío para su paleta.
De la conjunción de esos dos sentimientos e ideales nació en Roig Matóns su idea de realizar una obra pictórica de gran envergadura y carácter orgánico, dedicada a la exaltación de la figura del Libertador, expresada a través del escenario de la gesta de los Andes. Entonces, seguro de poder llevarla a cabo, lo asumió como un objetivo irrenunciable de su vida. Fue así que en 1936, siempre con el apoyo infatigable y animoso de su inteligente esposa, inició su máximo emprendimiento artístico. Los resultados fueron afirmándolo en su decisión.

Real de las Leñas Amarillas. Valle Argentino. Paso del Portillo.

Para cumplirlo, realizó muchísimas expediciones pictóricas a la montaña, para vivir en ella y producir allí mismo su obra. Fue acompañado casi siempre por uno o más de sus hijos y alguna vez todos ellos. En algunos emplazamientos accesibles, aunque de extrema precariedad, su esposa también lo acompañó por largas temporadas. Eran campañas de treinta, cuarenta o sesenta días, la mayoría en verano, algunas en invierno. Siguiendo primero rutas transitadas, pero después, por los abruptos y desolados senderos que solo recorren las mulas. En algunas pocas oportunidades, compartiendo la vivienda, fuerte y rudimentaria,  de los escasísimos habitantes de la montaña. Pero fuera de tales lujos, muy contados, recorrió las rutas andinas de su paisaje épico haciendo vivac, a veces en algún refugio y en la gran mayoría de los casos, en tienda de campaña.
Eran expediciones complejas, duras, costosas. A los integrantes y elementos propios de tales emprendimientos, como arrieros y baquianos, mulares, sillas y albardas, forraje, víveres, ropa adecuada, etc., en este caso inédito se agregaban los requerimientos del artista: tablas, colores, caballetes y demás instrumentos, lo que para todos los casos tenía soluciones especiales debidas a la inventiva y, muchas veces, la realización habilísima del propio pintor, en lo que, en alguna medida, se revelaba la presencia de las artes del muy exigente taller de su padre, junto al cual había nacido.

El Peñón de la cumbre del Espinacito. Paso de los Patos.

Pintó así las tres rutas andinas de San Martín. Sus expediciones pictóricas al Paso de Uspallata tuvieron lugar de 1936 a 1939 y luego en 1947 y 1948, al Paso del Portillo, de 1940 a 1943 y al Paso de los Patos, de 1947 a 1950. A ello debe sumarse meses y años de preparación y trabajo posterior.
A la par de su intensa consagración a la pintura sanmartiniana, Roig Matóns se dio tiempo –como era propio de su temperamento y energía- para otros emprendimientos. Así, prestó su asombroso oficio en el dibujo y el color a la ciencia médica, en tiempos en que la fotografía cromática era muy defectuosa. En efecto, hacia 1940, y a petición del Dr. Salvador Mazza, con quien fue vinculado por el médico mendocino Dr. Germinal Basso, nuestro artista plasmó en una serie de óleos, los estadios visibles de la enfermedad de Chagas-Mazza, que el célebre investigador utilizó en las ilustraciones de sus trabajos científicos. Un conjunto de reproducciones de esos cuadros  se conservan y exhiben en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo.

Armando el vivac. Paso del Portillo.

Polvaredas. Paso de Uspallata.

En 1944, se da otro más de los tantos hechos que revelan la extraordinaria disposición de Roig Matóns frente a la vida. Ese año, acompañado de dos de sus hijos, presta servicio como enfermero voluntario en la atención de las víctimas del terremoto de San Juan, acaecido el 15 de enero, acudiendo al día siguiente al lugar del sismo.
Hacia finales de ese tiempo, Roig Matóns descubrió, a partir incluso de documentos originales, lo que sintió como un signo premonitorio de su emprendimiento sanmartiniano, que merece recordarse. La familia siempre habitó su espaciosa casa en la ciudad de Mendoza, de calle José Federico Moreno, en la misma manzana que había pertenecido en su totalidad a la Orden de Santo Domingo, hasta el siglo XIX.


Laguna glaciaria en Cordillera del Espinacito. Paso de los Patos.

La casa de la familia había sido construida por Don Andrés Petazzi, hacia 1880, sobre aquella calle –entonces llamada Bolivia-, en un Solar que recibió del Convento de Santo Domingo en pago por la obra del nuevo templo de la congregación, en sustitución del destruido por el terremoto de 1861. La nueva iglesia se concluyó en 1869 y subsistió hasta 1949.
Como si fuera una extraña señal de la evocación sanmartiniana que emprendería años después Roig Matóns, los claustros del convento que en el mismo sitio había destruido el terremoto de 1861 habían sido la primera residencia del Regimiento de Granaderos a Caballo en Mendoza, en 1814.
Con Roig Matóns, esa misma casa se convirtió, a más de atelier, en centro de preparación y punto de partida de las expediciones pictóricas del artista y, al mismo tiempo y de hecho, desde los años cuarenta, en pinacoteca sanmartiniana, visitada asiduamente.
En todos esos años de producción, Roig Matóns recibió el estímulo creciente del reconocimiento público y el de muchos amigos, algunos de los cuales también lo ayudaron en sus indagaciones y valoraciones históricas, de los que cabe recordar, entre otros, a don Ricardo Rojas, insigne estudioso de la historia y la personalidad del Libertador. En este mismo sentido, en los últimos años de sus campañas pictóricas tuvo el auxilio de la entonces Comisión Nacional de Cultura y luego amplio apoyo del gobierno nacional.

Pampa Negra. Paso de los Patos.

De esa pintura de montaña surgió el “paisaje épico”, del que nos hemos ocupado anteriormente en un capítulo especial y que el artista fue entregando en innumerables exhibiciones.
Fidel Roig Matóns es un pintor realista academista. Es decir, que su punto de partida es siempre la realidad, pero que el artista no copia ni reproduce, sino que recrea, valorizando sus infinitas manifestaciones. Sintetiza y desarrolla, traduce significados que el propio artista protagoniza, para expresarse por último gracias a un difícil lenguaje que domina.
Siempre ha asombrado a los críticos la luz, la transparencia, la riqueza cromática de su pintura. Nos dice Marta Gómez de Rodríguez Brito, investigadora del arte en Mendoza:
La espátula se le hizo necesaria para conseguir solidez y densidad en la materia colorante, pero su rapidez de toque y su dominio del oficio lo llevaron a finezas, a capas traslúcidas de ligeros efectos. L a fuerza del hombre, capaz de sufrir los rudos embates de la naturaleza, se hace presente en cada golpe de espátula del artista, que llega a una síntesis plástica donde una piedra tiene sentido de grandeza y perennidad y el aire una energía palpable. Es un realista academista que hace del dibujo, con habilidad sorprendente, una ciencia con toda su precisión y es la materia cromática la que se divierte en los más delicados logros, con todas las gamas y entre ellos, revoloteando, reflejos, transparencias, ‘mágica pulverización del aire’. Fidel Roig Matóns es fundamentalmente pintor de altas cumbres: son pocos los pintores que han subido hasta allí y se ha identificado con esa mole majestuosa, inhospitalaria.
Hay una evolución que se patentiza en el logro cada vez más acentuado de una pintura espontánea frente al motivo, libre de ligazones, de dibujo amplio cada vez más seguro, con una soltura de mano que pareciera se prolonga hasta la montaña misma. La soledad de la cumbre se hace pintura y la pintura poesía.
Este paisaje teñido de la historia de América sirvió al artista, profundamente documentado, para imaginar con el Ande por delante los granaderos en marcha, los baqueanos, los arrieros, los animales de paso lento hacia la gloria y delante la figura esculpida en roca viva del héroe.”

Las Leñas. Paso del Portillo.

Fidel Roig Matóns trabajó asimismo concienzudamente en la reconstrucción pictórica de la figura del Libertador, protagonista primero del paisaje épico. Ello ha sido explicado en la nota a la obra n° 71. Esta labor de reconstrucción iconográfica ha sido objeto de caluroso reconocimiento. Así, al recibir el Instituto Sanmartiniano un retrato del General San Martín original de Roig Matóns, adquirido en 1941, expresó Ricardo Levene, miembro de la institución:
“Su retrato del Gral. San Martín tiene carácter. Los rasgos de su fisonomía son de una sugestión impresionante, por su energía y poder evocador. Es San Martín en la plenitud de su fuerza y gloria, el que concibe y realiza el plan emancipador de las tres repúblicas de este Continente. A la sensación de verdad histórica que inspira este documento, se debe agregar su valor artístico por la dignidad y jerarquía del retrato.”

Cordillera del Espinacito. Paso de los Patos.

Esta misma reconstrucción se concreta en el San Martín que aparece en las obras de composición y en numerosos retratos, como el que cuenta la Pinacoteca Sanmartiniana o la obra de gran tamaño “Dos Cumbres”, existente en el Senado de la Nación. Está asimismo en “Grandeza y Modestia”, el retrato del Libertador más popular de las últimas décadas, apreciado por su originalidad y simbolismo, en el que el Gran Capitán luce, sobre la casaca, el poncho criollo con el que solía reconocer posiciones enemigas en la campaña de Chile.
Roig Matóns dejó su obra inconclusa en 1952. En ese año estaba llevando al lienzo definitivo su obra “San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito”, cuando creyó necesitar más luz natural que le brindaba por su atelier, para poder reproducir la transparencia de las cumbres. Se trasladó entonces para pintar a cielo abierto,  a un sitio de la familia, agreste, libre de sombras y solo circundado de jarillas y quiscos. Pero pronto supo que la dificultad estaba en realidad en sus ojos, afectados de una lesión irreversible ocasionada por el trabajo desprotegido en las alturas. Suspendió la tarea, pero aún se esforzó en llevar a la tabla algunos paisajes de Uspallata, en los que dominan las potentes masas de color que sus ojos y su instinto no dejaban de revelarle.

El pintor ablanda en el fuego los óleos endurecidos por el frío. Paso de los Patos. Fotograma de filmación de la última expedición a la montaña, Enero de 1950.

Visión desde la frontera. Paso de los Patos. Fotograma de filmación de la última expedición a la montaña, Enero de 1950.

Las Amolanas. Paso de los Patos.

Allí concluyó su tiempo productivo de pintor. Se refugió entonces en la intimidad de la música y las artesanías ebanísticas, que manejaba con maestría, pero todo ello con las grandes dificultades de su vista, que se agravaba. Pero no fue todo intimidad. También se prodigó en inquietudes comprometidas con la cultura general. Se destaca en tal sentido su conducción práctica de los Juegos Florales de la Lengua Catalana de 1958, año centenario de la restauración de estas justas de poesía, prosa y pensamiento, nacidas en el siglo XIV y que en esa significativa ocasión tuvieron lugar en Mendoza. Roig Matóns fue Secretario del Consistorio de tal certamen internacional y, con el auxilio de quienes le leían y escribían, lo condujo exitosamente a lo largo del año de su realización.
Al año siguiente, Fidel Roig Matóns hizo público un viejo propósito suyo, sostenido siempre con sacrificio y el aliento generoso de su esposa, al ofrecer su obra en donación para que sirviera como conjunto a la cultura popular, desde un museo que la alberga en la ciudad de Mendoza. A su fallecimiento, en 1977, no se había concretado. Recién a través de donaciones ofrecidas por los hijos del artista, Arturo, Fidel, Mario, Virgilio y Enrique, en 1987 y 1991 y aceptadas por la municipalidad de Mendoza, se ha logrado ese objetivo, constituyéndose esta “Pinacoteca Sanmartiniana Fidel Roig Matóns”, que se ha instalado desde 1997 en el palacio del H. Concejo Deliberante de la Municipalidad.

Loma Blanda. Valle Argentino. Paso del Portillo.

Cuesta de los Afligidos. Paso del Portillo.


 Confluencia de los ríos Palomares y Tunuyán. Valle del Tunuyán. Paso del Portillo.



PINACOTECA SANMARTINIANA


Paso de los Patos


Ubicado al sur de la provincia de San Juan, el paso de los Patos era el más largo, abrupto y elevado de los elegidos. De Mendoza al valle de Putaendo, que era su destino inmediato en Chile, 545 kilómetros de marcha esperaban al Ejército de los Andes. Por este paso cruzó la mayor parte de la fuerza patriota, que se  componía de la División de Vanguardia, a cargo del General Miguel Estanislao Soler, asimismo Jefe de Estado Mayor, y la División de la Reserva, al mando del Brigadier Bernardo O’Higgins, a la distancia de una jornada.
San Martín se unió a esa expedición. El pasaje de las cumbres tuvo lugar por el paso de Las Llaretas.
Ocultar el avance del mayor contingente fue la razón estratégica de la elección de este paso, el más difícil y desolado.
Ya en el siglo XIX, se dio en llamar Paso de San Martín a esta que fue la ruta mayor del Ejército de los Andes y su jefe.

Cumbre del Espinacito. Paso de los Patos. Estudio para cuadro de composición. Número de catálogo 20.

Oros de atardecer. Cordillera del Tigre desde Manantiales. Paso de los Patos. Número de catálogo 2.

1- Transparencia maravillosa. Las Amolanas, fin de la Pampa Negra. Óleo sobre tela en hardboard, 105 x 78 cm.
2- Oros de atardecer. Cordillera del Tigre desde Manantiales. Óleo sobre tela en hardboard, 105 x 78 cm.

Fragua solar. Cordillera del Tigre desde Manantiales. Paso de los Patos. Número de catálogo 3.

3- Fragura solar. Cordillera del Tigre desde Manantiales. Óleo sobre tela en hardboard, 106 x 78 cm.
En esta vega de Manantiales acamparon las divisiones patriotas. Allí San Martín recibió la última carta de Pueyrredón, Director  Supremo de las Provincias Unidas, que reiteraba el pleno apoyo del gobierno de Buenos Aires.
En este mismo lugar también recibió San Martín la noticia del combate librado con una avanzada realista en Picheuta, Uspallata. El hecho significaba que las fuerzas españolas tomarían conocimiento del avance por ese paso. Ello motivó que San Martín dispusiera el inmediato reinicio de la marcha, cambios en el preciso cronograma de operación y el envío de una fuerza especial para ocupar preventivamente posiciones privilegiadas próximas al llano.

Soledad cósmica. El Espinacito. Paso de los Patos. Número de catálogo 4.

4- Soledad cósmica. Cordón del Espiancito. Óleo sobre tela en hardboard, 106 x 78 cm.

Penitentes del Alma Negra. Espinacito. Paso de los Patos. Número de catálogo 5.

5- Penitentes del Alma Negra. Óleo sobre tela en hardboard, 105 x 78 cm.


Del cerro Alma Negra desciende un glaciar que monta sobre el mismo Espinacito, a corta distancia del sendero de tránsito. En el lenguaje criollo andino se llama penitentes a las formaciones rocosas o glaciarias que se yerguen en multitud, semejando la procesión de los creyentes que marchaban con la túnica de los que cumplían penitencia.

Nubes del Aconcagua, desde el Paso de los Patos. Número de catálogo 7.

El Espinacito, el Alma Negra y el Mercedario. Paso de los Patos.

Estudio de ambiente para el cuadro inconcluso La Bandera de los Andes llega al Espinacito. Número de catálogo 6.

6- El Espinacito, el Alma Negra y el Mercedario. Óleo díptico, sobre tela en hardboard, 123 x56 cm.
7- Nubes del Aconcagua. Óleo sobre hardboard, 105 x 78 cm.

Visión de la gran cumbre desde la región superior del Valle Hermoso. A la izquierda y en plano más próximo, el cerro Bonete, del cordón de Penitentes.

Remanso del Teatinos. Paso de los Patos. Número de catálogo 8.

8- Remanso del Teatinos. Al fondo, el cordón de las Llaretas. Óleo sobre tela en hardboard, 106 x 78 cm.
El río Teatinos conduce al paso del mismo nombre, al sur de la amplia región de los Patos. Hacia el norte, se sitúan los pasos de las Llaretas y Quebrada Fría y hacia el sur, el paso de Valle Hermoso.

Portezuelo de la Quebrada Fría. Paso de los Patos. Número de catálogo 9.

9- Portezuelo de la Quebrada Fría. Óleo sobre tela en hardboard, 106 x 78 cm.

Boceto de ambiente y composición para el cuadro inconcluso La Bandera de los Andes llega al Espinacito. Número de catálogo 11.

11- Estudio de ambiente y composición para el cuadro inconcluso La Bandera de los Andes llega al Espinacito.  Lápiz y sanguina sobre papel en hardboard, 122 x  56 cm.
13- Estudio previo de paisaje y composición para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Óleo díptico sobre tela en hardboard, 122 x 56 cm.

Estudio para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Número de catálogo 14.


14- Estudio para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Óleo sobre terciada, 55 x 42 cm.

Óleo díptico previo para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Paso de los Patos. Número de catálogo 13.

El Aconcagua desde el Espinacito.Paso de los Patos. Número de catálogo 21.

Estudio de ambiente y composición para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Número de catálogo 22.

21- El Aconcagua desde el Espinacito. Estudio para el cuadro San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Óleo sobre terciada, 39 x 29 cm.
22- Estudio de ambiente y composición para el cuadro inconcluso San Martín y su Estado Mayor presencian el paso de las tropas por el Espinacito. Lápiz y sanguina sobre papel en hardboard, 122 x 56 cm.
El Espinacito es un extenso y continuado cordón que debe ascenderse hasta sus 4.400 metros sobre el nivel el mar –la mayor altura del paso- por el punto llamado Peñón del Espinacito. En la dilatada planicie del lomo, siempre castigado por el viento, se levanta una solitaria prominencia rocosa, como hito del camino. El sitio es lugar obligado para acomodar cabalgaduras y cargas, pues ha de iniciarse de inmediato un brusco descenso, luego de haber superado una trabajosa ascensión. En el último plano y sobre el horizonte, el Aconcagua –centinela de piedra- integra la escena hacia el sur, empequeñecido por la altura y la distancia. En el ángulo inferior derecho, una mula carguera, afectada por el mal de altura –la puna-, luego del duro ascenso debe esperar recobrar fuerzas para incorporarse.



Paso de Uspallata

Apunte para cuadro de composición. Número de catálogo 46.

Al sur del paso de los Patos, distante entre 60 y 120 kilómetro, se extiende el paso de Uspallata, siguiendo en su mayor extensión el gran cauce del río Mendoza y abrazando por el sur al Aconcagua, en tanto por el norte hace lo propio la ruta de Los Patos. Por Uspallata marchó la división al mando de Juan Gregorio Las Heras, seguido a dos jornadas por el parque del ejército, la artillería desmontada y la brigada de maestranza, a cuyo frente se encontraba Fray Luis Beltrán, que revistó como capitán. El desplazamiento de estas grandes cargas era imposible por los Patos, por la extensión de esa ruta y, sobre todo, el vado de grandes corrientes, como la del río de Los Patos. Un correo transversal partía diariamente de cada lado, comunicando las fuerzas de ambos pasos.
El 18 de enero partió la columna de Las Hera, el 8 de febrero alcanzó el valle de Aconcagua y en el mismo día se reunieron en ese lugar ambas expediciones. El día 12 del mismo mes, la victoria de Chacabuco inauguraba la definitiva emancipación de Chile, tres días antes de los calculado por el conductor de la campaña.
El paso de Uspallata fue también el camino del General San Martín en sus repetidas travesías posteriores de los Andes, en 1817, 1818 y1819.

Panorama del Valle de Uspallata. Número de catálogo 33.

33- Panorama del Valle de Uspallata. Óleo sobre terciada, 100 x 75 cm.
Uspallata es un ancho valle y un antiguo asentamiento humano emplazado a los 1900 metros sobre el nivel del mar, dedicado a la minería de la plata en tiempos de la colonia. Las frescas arboledas que riega el arroyo Uspallata brindan un sitio adecuado para que reponga energías el viandante de la árida travesía.
A este lugar acudió San Martín a recibir a los refugiados chilenos vencidos en Rancagua, encabezados por O’Higgins, en octubre de 1814, y en el mismo paraje hizo campamento la división de Gregorio Las Heras en 1817.


Puente histórico. Puente de Picheuta. Número de catálogo 34.

34- Puente histórico. Puente de Picheuta. Óleo sobre terciada, 100 x 77 cm.

El 24 de enero, la vanguardia patriota apostada en Picheuta fue sorprendida por una avanzada realista de reconocimiento enviada por el General Marcó del Pont. La mayoría de los criollos fueron muertos o hechos prisioneros, pero unos pocos fugaron, llevando la noticia al campamento de Uspallata. Las Heras envió fuerzas en persecución de los realistas, al mando del Sargento Mayor Enrique Martínez, que alcanzaron a los incursores el día 25 en Los Potrerillos, región de Punta de Vacas, trabándose un combate del que en definitiva algunos españoles escaparon repasando la cordillera. Este hecho menor motivó el ajuste del cronograma de acción por parte de San Martín.

Confluencia de los ríos Tupungato y Vacas y nacimiento del Mendoza. Paso de Uspallata. Número de catálogo 35.

35- Confluencia de los ríos Tupungato y Vacas y nacimiento del Mendoza. Óleo sobre terciada, 100 x 75 cm.

El Cristo Redentor. Número de catálogo 36.

36- El Cristo Redentor. Óleo sobre tela en bastidor, 96 x 85 cm.
Por el Paso de la Iglesia trasmontó la cumbre la división de Las Heras. El cuadro exhibe el punto más alto del Paso del Bermejo, de 3.870 metros sobre el nivel del mar, situado muy próximo al sur del Paso de la Iglesia. Poco menos de un siglo después, en 1904, se erigió en la plena cima de la misma ruta el colosal monumento del Cristo Redentor, como advocación por la paz y en reafirmación del tratado argentino-chileno celebrado en 1902. La placa puesta al pie del monumento lo expresa con singular elocuencia, en palabras tomadas del discurso inaugural de la obra, pronunciado por el obispo chileno Ramón Ángel Jara: Se desplomarán primero estas montañas antes que argentinos y chilenos rompan la paz jurada al pie del Cristo Redentor.
Desde luego, este símbolo es ajeno al tiempo de la campaña de los Andes, pero el artista lo valoriza como expresión del ideal sanmartiniano de fraternidad continental, integrado al paisaje.



Paso del Portillo


Apunte para cuadro de composición. Número de catálogo 24.

Situado en territorio del actual Departamento de Tunuyán, ochenta kilómetros al sur de Mendoza, el paso del Portillo enfrenta directamente con la capital chilena. En el crudo invierno de 1816, un destacamento de granaderos al mando del Tte. Primero Juan O’Brien vigiló el paso desde Los Chacayes, para interceptar las comunicaciones enemigas. Trece soldados sucumbieron por el frío en esa misión.
El paso del Portillo fue elegido también como ruta de una de las expediciones auxiliares estratégicas de la campaña de los Andes. En septiembre del mismo año de 1816 se apostó el capitán de caballería José León Lemos al frente de la guarnición del Fuerte de San Carlos –en su mayoría puntanos-, también en el valle de los Chacayes, camino del Portillo. Debía vigilar el paso y oportunamente avanzar hacia el Cajón del Maipo. El día 7 de febrero siguiente alcanzó la falda occidental del Cordón de los Piuquenes, poniendo en fuga ese mismo día la guardia realista del pueblo de San Gabriel, distante 16 leguas de Santiago.
El paso del Portillo fue además escenario del último cruce de los Andes por San Martín, en 1823, de vuelta a su terruño adoptivo de Mendoza.

Ambiente de amanecer en la entrada al Paso del Portillo. Número de catálogo 50.

50- Ambiente de amanecer en la entrada al Paso del Portillo. Óleo sobre terciada, 344 x 80 cm.


El propio autor realizó esta transcripción gráfica del cuadro, donde se detalla la nomenclatura del amplio teatro. La toponimia de la región revela el rastro de la historia, en el Paso de los Puntanos (extrema derecha), que alude a la guarnición de San Carlos, que utilizó esta ruta. Los Chacayes (izquierda) fue sitio de acantonamiento de los efectivos de O’Brien y Lemos.

Apunte para cuadro de composición. Número de catálogo 28.




En el año 2011 se hizo una exposición en el museo Conte Grand en la provincia de San Juan, Argentina, de estos cuadros. A continuación se muestra un vídeo referido a Fidel Roig Matóns y sus obras producida por "PROYECTO CELULOIDE".












FUENTE: ROIG, Enrique (2011), Pinacoteca Sanmartiniana Fidel Roig Matóns. Mendoza, Ed. Municipal, 2014

 NOTA: El libro fue escrito por Enrique F. Roig, pero a la vez, mi abuelo Mario Roig (Abi) seleccionó las fotos que irían a agregarse. Cuando falleció, ya quedaron seleccionadas, y entonces mi tío Enrique las agregó después. Este libro fue producido por los dos, en realidad. De ahí a que la editen y la publiquen, es otra cosa.

1 comentario:

  1. Valiosísimo aporte artístico, testimonial y cultural, de Mendoza.

    En mi blog, ilustro leyendas de Mendoza con sus dibujos y grabados, con un deseo de difundir este bello trabajo, que se ha convertido en patrimonio mendocino.

    Muy buena iniciativa la de publicar los cuadros.

    Hace unos minutos hablé al Consejo Deliberante de la Municipalidad de la Capital, para interiorizarme de horarios de a Pinacoteca Sanmartiniana y solicitar autorización para fotografiar algunos cuadros y todo tipo de información sobre la obra.

    Saludos: Enrique Guerrero - https://huellascuyanas.blogspot.com/

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